El día 16 de noviembre de 2010 junto a otras diecinueve personas fui invitado a la inauguración y presentación de la Escuela Canaria de Coaching y el Club de Coaching (para saber más consultar en “eventos” de la página web de PRAXSO).
El Club de Coaching es un espacio para la reflexión y el debate, en el que los invitados pueden compartir sus ideas con un “ponente invitado” sobre el tema que éste haya expuesto.
Hoy los ponentes eran dos: Mónico Carvajal y Johanna Rodríguez. Y digo que eran dos porque, aunque la presentación la hizo Mónico, el espíritu de Johanna está siempre presente. No significa esto que Mónico no tenga criterio propio (quién lo conozca sabe que lo tiene) o que Johanna intervenga con frecuencia, si no que su presencia y sus palabras aportan una energía particular y específica, de modo que lo que uno dice, recibe un refuerzo y contrapunto desde la visión del otro. Podría decirse que es una simbiosis completa (quien lo haya experimentado sabrá a qué me refiero).
Decía que los ponentes eran dos, pero la ponencia una: Coaching, ¿Cuál es el impacto en la vida de las personas?
No tengo la capacidad de hacer una síntesis de la exposición de Mónico que sea justa con su calidad, ni que recoja todos los mensajes directos e indirectos que contenía. Por otro lado (y esto es obvio) “mi” resumen no deja de estar subjetivado por “mi” percepción, por “mi” atención y por “mi” sistema de creencias y escala de valores. Para minimizar estos, lo mejor es ser breve y simple de modo que telegráficamente diré que lo que yo extraje:
- Muchas personas viven su vida hipnotizados (con automatismo).
- ¿Cómo podemos liderar a otros sin tener el liderazgo de nosotros mismos?
- Esperamos que vengan soluciones desde fuera para los problemas que tenemos dentro.
- No solemos, queremos, sabemos, mirar dentro de nosotros.
- El Coaching es la herramienta para favorecer y ayudar en esa mirada interna.
- La mirada interna facilita el cambio (primero el propio, sin el cual no se puede realizar el de otros).
El cambio. Parece que hay un consenso alto respecto de que la situación que vivimos como sociedad necesita un cambio. Ahora la pregunta es ¿quién tiene que cambiar? Porque... si yo no he hecho nada para que las cosas hayan llegado a este punto, ¿Por qué debo ser yo quién cambie?
Bueno la conclusión puede tener su lógica para algunas personas, lo que les auto-justificará para no hacer nada.
Volvemos pues a la cuestión ¿Quién tiene que cambiar?
Una invitada de hoy citaba unas palabras de Teresa de Calcuta: “Si cada persona limpiase la entrada de su casa, la Tierra sería un lugar ideal para vivir” (no es textual pero es el mensaje que me llegó).
Reconozco que el que seis mil millones de personas decidan hacer lo mismo, hacerlo a la vez y que sea bueno y positivo es una esperanza demasiado ambiciosa para mi ambición. No estoy haciendo la menor crítica ni comentario cínico a las palabras de la Santa, al contrario, las alabo. Y alabo y envidio su fuerza y su fe para perseguir esa meta sin perder de vista lo pequeño y lo cotidiano. Además, ciertamente tiene razón al afirmar lo que dice.
Podemos admitir entonces que el cambio de toda la humanidad sería la solución pero es, digamos que improbable que suceda espontáneamente. Por otro lado hemos dicho que han de cambiar “los otros”; los que han organizado esta crisis, de la que, insisto, soy inocente... Claro que, “los otros” de los otros, somos nosotros...
Con el objeto de desbloquear la situación voy a pedir a todos los inocentes (no responsables) de la existencia de la crisis, que acepten la posibilidad de cambiar, aunque sólo sea dentro de la hipótesis de cambio de toda la humanidad. Gracias.
Esto me permite re-formular la pregunta: Dado que todos tenemos que cambiar, ¿En qué orden hacerlo? ¿Quién debe empezar?
El argumento de la no culpabilidad no nos lleva a ningún sitio, de manera que hay que buscar otras formas de organizarnos. Se me ocurre que una sería por influencia. Cuanto mayor sea el número de personas sobre el que alguien influye, más delante le situarán en la lista del cambio.
Así unas de las personas que estarían de las primeras serían, el presidente de china, el de la india, el de los estados unidos, y con ellos los presidentes de los países por número de habitantes...
Estas personas no tienen fácil cambiar. Si no lo es para de quién nadie depende, para una persona que tiene en sus manos la posibilidad de que los intereses económicos..., perdón tengo que interrumpirme a mi mismo por que me doy cuenta de que no hemos dicho que esta crisis que sufrimos es una crisis de ...¿valores?, ¿económica? No podemos ahora abordar “a fondo” esta cuestión, pero creo que podemos poner a todos de acuerdo si decimos que es una crisis de valores que se manifiesta (además de otras maneras) económicamente.
... una persona que tiene en sus manos la posibilidad de que los intereses económicos de muchos otros puedan derivar hacia uno u otro lado, está tan sometida a presiones que, el cambio, no se permite (estoy seguro de que en la historia de la humanidad la mayoría de los presidentes de gobierno -en sus comienzos- tenían la sana voluntad de cambiarlo todo o casi todo... pero luego... a las pruebas me remito). Desde luego les vendría muy bien intentarlo.
Descartados los presidentes de gobierno (y con ellos todos los políticos por razones semejantes), hay dos colectivos que tienen también influencia en muchas personas: artistas y deportistas. Aparentemente son buenos candidatos:
- Como sabe muy bien el mundo de la publicidad y el marketing, suelen “dar bien” en cámara y son líderes de opinión.
- Tienen gran número de seguidores y admiradores que, de seguro, escucharán con interés los cambios que realicen en su vida para mejorar la situación y salir de la crisis.
Hay un pero, y es que ambos colectivos tienen a muchos de sus representantes (sobre todo los que tienen más seguidores y son más líderes de opinión) poco o nada afectados -en lo económico- por la crisis. De modo que no tendrían una motivación directa para realizar cambios. Es verdad que no sería la primera vez que deportistas y artistas prestan su imagen, trabajo y tiempo de forma altruista para diversas causas. Pero claro, una cosa es un rato o un día de trabajo y otra distinta un cambio permanente en su vida.
- Perdone un momento (diría yo -interrumpiéndome- si fuese uno de ellos), pero ¿de qué tipo de cambio hablamos?.
Vaya, esa es una buena pregunta: ¿Qué es lo que hay que cambiar en el “modelo” actual para superar la crisis?
Esta pregunta que, con esa terminología u otra similar está en muchos debates, editoriales e informaciones, plantea un problema y es la falta de personalización.
Cuando oigo ¿Qué es lo que hay que cambiar...? no me identifico con la respuesta porque:
1º Instantáneamente, me reconozco como “inocente” en este asunto. Soy una víctima más de no-se-bien qué conciliábulo o trust o grupo de chorizos que nos han metido en este lío.
2º No me están preguntando a mí. No me están diciendo: ¿Qué tiene usted que cambiar en su modelo actual de vida para superar la crisis?
Y si la cosa no va conmigo...
Está bien, basta de desviar la atención: ¿Qué es lo que hay que cambiar?
Me gusta que esté así formulada porque darle respuesta es más de la mitad de la solución, ya que, para cambiar algo hay que tomar primero conciencia de la necesidad de hacerlo. Esta mañana escuchaba en las noticias que en Canarias hay unos doscientos mil enfermos diagnosticados de diabetes. Pero se estima que habrá otros setenta mil enfermos que no saben que lo están. En algunos casos lo descubren casualmente y otros cuando ya es demasiado tarde por que acuden al médico aquejados de problemas diversos, que resultan haber sido causados por la diabetes. Obviamente esas personas nunca han intentado curarse, porque nunca han sabido que estaban enfermos.
Luego, responder la pregunta de marras pasa por analizar, reflexionar y tomar conciencia (aceptar) de qué es lo que necesita ser cambiado. Y, oiga, eso no es fácil.
Esta crisis es como un árbol frondoso. Su copa está llena de hojas y tiene muchas ramas. Cada una de éstas tiene un nombre: Adversidad económica, desempleo, frustración, hambre, pobreza, guerras, inflación, deflación, fracaso escolar, aumento de la criminalidad, enfermedades, desequilibrio social...
De tarde en tarde, aparece un jardinero que poda alguna de esas ramas pero, como en la naturaleza, éstas vuelven a crecer si cabe con más fuerza, de modo que, el árbol, es cada día más grande.
Nuestro árbol tiene un tronco único (que para aguantar tantas ramas es bien gordo) y unas raíces que se hunden en profundidad en el terreno.
Cada una de esas raíces tiene también su nombre. Así, está la raíz de la falta de solidaridad, la raíz del egoísmo, la de la avaricia, la de la corrupción, la de la falta de confianza, la de la falta de amor, la raíz de los miedos, la de la ira, la de la mentira, la de la desconfianza, etc. Y ahí, sí se puede actuar con esperanza de éxito (...hay que cortar esto de raíz... dice el dicho).
Dicho de otro modo: eso es lo que hay que cambiar, las raíces...
- Ahora entendemos (dicen los artistas y deportistas) y nos parece bien pero, muchos de nosotros ya hemos cambiado esas raíces por otras más sanas (como solidaridad, compañerismo y espíritu de trabajo y esfuerzo) sin que haya grandes diferencias en nuestros “seguidores”.
- Hombre, algo se habrá notado.
- Sí, pero no de manera generalizada (ni tampoco hemos podido impedir la crisis). Nos parece que hay que plantear este cambio a quienes, con sus decisiones, pueden de verdad hacer que las personas tengamos que cambiar, pues puede que el ejemplo ayude, pero no es tan efectivo. ¿Por qué no le plantean esto a los políticos?
- No, si ya lo hemos pensado, pero hemos acabado descartándolos...
- Bueno, pues busquen a personas que con sus decisiones influyan en otras personas. ¿Por qué no se lo proponen a los empresarios?.
¿Los empresarios? hombre, lo cierto es que:
- No están sujetos al tipo de presiones de los políticos.
- Si ellos “cambian” cosas en sus empresas, sus empleados han de acatarlas (es decir no es como los artistas y deportistas que “inspiran” cambios).
- Sus decisiones pueden influir en muchísimas personas.
No me cuesta mucho ver las caras de algunos empresarios: Otra vez nosotros. Parece que la solución a todos los problemas pasa por nosotros.
Señores, no se enfaden. Es comprensible que un país con un paro del 20% mire constantemente a sus empresas y empresarios. Es natural que un país que está a la cola de los de su entorno en productividad por empleado se pregunte qué pasa en sus empresas. No es de extrañar que si ese mismo país está a la cabeza de horas/año trabajadas por persona, piense que algo se ha de hacer en sus empresas.
Pido a los empresarios, un poco más aun de comprensión para con el resto de la población, pues estamos preocupados. Y es que lo del empleo es, para los no versados, un misterio sin resolver. No sabemos bien qué lo hace subir y bajar, si la bolsa, si la fluctuación de las monedas, si las reuniones de los 20 grandes, si lo que decide el banco mundial..., lo que tenemos claro es que si no hay empleo, hay problemas. Las familias que lo tienen (el empleo), no quieren gastar dinero porque no saben cuánto va a durar esto; y las que no lo tienen, por que bastante tienen con buscarlo. El hecho es que, poco a poco, parece que todo se va haciendo más lento y, por decirlo como mi madre que en paz descanse, no nos llega la camisa al cuello.
- Bueno y los empresarios ¿qué podemos hacer?
Si tuviese la respuesta “definitiva” a esa pregunta me ficharían de inmediato en la NASA y dejaría de estar en crisis (yo, no la NASA). No obstante puedo hacer alguna reflexión en la línea de lo que venimos hablando.
Creo sinceramente que la mayoría de los empresarios de España han hecho lo que han podido y sabido para adaptar sus empresas a los “nuevos tiempos” de crisis: Revisión de procesos para eliminar los menos productivos o más gravosos, reducción de gastos de todo tipo, ajustes de plantillas...
Con todo, estamos donde estamos, de modo que quiero pensar que aun se pueden hacer cosas en las estructuras de las empresas, pero no voy a hablar ahora de las estructuras, si no de las personas.
Los empresarios son personas cuyas decisiones afectan de forma directa a las personas que trabajan para ellos. Un cambio en los “valores” de un empresario le llevaría a efectuar cambios en su empresa y esos cambios sí son ejemplo para otros. ¿Cuántas personas viven con angustia su trabajo? ¿Cuántas cambiarían -si pudiesen- de empleo? ¿Qué dicen las personas que trabajan en empresas con otra “conciencia”?
Claro que no voy a hacer una lista de valores que se pueden cambiar.
Cada cual tiene la suya. Cada cual sabe -su interior lo sabe- qué debe cambiar (... Alguna ha cometido un crimen sin riesgo, ninguna sin remordimiento... - eran las palabras que Séneca pone en boca de Fedra).
Podría hacer esta reflexión tan extensa como quisiera pero es circular. Puede que la circunferencia sea enorme, pero si la sigo, me llevará de nuevo al comienzo.
Decía Teresa de Calcuta: “Si cada persona limpiase la entrada de su casa, la Tierra sería un lugar ideal para vivir”.
Si limpio la entrada de mí casa... puede que no consiga que el resto de la humanidad limpie suya, pero, pretenderlo, es un ejercicio de prepotencia. Lo que sí puedo hacer, es limpiar la mía. Sí, la mía.
- Y ¿Con eso es suficiente?
No hay comentarios:
Publicar un comentario